Con el advenimiento de la crisis hipotecaria en Estados Unidos -que asestó un devastador golpe a las economías del mundo y cuyos efectos continuarán sin asidero a corto plazo- los sectores productivos de países como Grecia y España, por decir algunos, no verán pronto la luz al final del túnel, esto es, seguirán padeciendo lo inédito de esta debacle. Y es que los primeros visos calamitosos apenas se perciben.
Algunos países han enfrentado con arrojo los embates colaterales de esta situación; otros, en definitiva, han sucumbido y esperan cuantificar los daños. En este contexto, las economías que la libraron deben replantear sus principales estrategias para retomar el crecimiento. Es evidente la imperiosa necesidad que tienen de instrumentar políticas públicas más orientadas a la sociedad. Desde luego, éstas tienen que ser ajenas a cualquier elemento partidista. En México, a lo largo de su historia reciente ha quedado demostrado que la economía y la política son factores irrenunciables para la generación de condiciones socioeconómicas estables y asaz promisorias. Está claro que no deben ir separadas.
La política, a fuerza de ser sinceros, debe seguir su primigenia esencia: la búsqueda del bienestar común, porque cuando pierde el rumbo y la disciplina, los resultados negativos no se hacen esperar. Bien dicen por ahí que el problema de México es político y no económico, que en la medida en que deponga ésta, las cosas tenderán a ser mejores. En suma, la política es acción, compromiso social y debe enfocar sus baterías al desarrollo armónico y productivo.
En nuestro país, el elemento político ha sido un obstáculo permanente para la economía, por lo que es menester procurar cambios profundos, entre ellos, evitar la corrupción y el aplazamiento de proyectos productivos, generadores de bienestar social. Es cierto, tenemos recursos naturales y humanos, no obstante, todas las decisiones trascendentales están permeadas de política. Busquemos, pues, que en aras del repunte en la actividad financiera y económica, además de los niveles de empleo, la política se quede en la chistera. Si aspiramos a ser una potencia en el entramado económico, es indispensable empezar con la limpieza de la casa.
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