Armando Berrones
En mi anterior columna comentaba la importancia crucial que tiene para todos los gobiernos --que se precien de serlo-- las llamadas políticas públicas. Y quiero retomar el tema en razón de la ingente necesidad que tenemos los tamaulipecos de ver reflejados nuestros impuestos en obras de beneficio social, aquellas que hacen y llenan de gozo a las familias.
Haciendo una investigación con algunos de los expertos en la materia, descubrí la verdadera esencia de una política pública buena y hela aquí:
“Una política pública de excelencia corresponde a aquellos cursos de acción y flujos de información relacionados con un objetivo político definido en forma democrática; los que son desarrollados por el sector público y, frecuentemente, con la participación de la comunidad y el sector privado.
Incluso, una política pública de calidad incluirá orientaciones o contenidos, instrumentos o mecanismos, definiciones o modificaciones institucionales y la previsión de sus resultados”.
Así también, encuentro algo que me resulta particularmente destacable: “Las políticas públicas de excelencia incluyen el aspecto político como su origen, objetivo, justificación o explicación pública. Si las políticas públicas no son enmarcadas en un amplio proceso de participación, ello puede sesgar a los actores públicos: los especialistas hacia la
tecnocracia y los comunicadores o encuestólogos hacia al populismo inmediatista”. No debemos pasar por alto, en otras palabras, que cualquier intento a ese respecto debe presentar con rigor académico y objetivizado resultados. Por lo que, dicho lo anterior, podemos agregar que nuestro país y entidad ha omitido su compromiso de llevar a cabo acciones contundentes y convincentes en materia social y para muestra un botón: ¿Cuánta gente vive y recibe de manera constante los beneficios de esas políticas? Con sólo observar a nuestro alrededor, nos percataremos que las familias se han quedado en el limbo, la pobreza no cede, por el contrario, sigue imponiendo su rostro macerado. En qué circunstancia identifica, amable lector, que estamos? ¿En la tecnocracia o en el populismo inmediatista?
Creo que estamos inmersos, lo he dicho y lo sostengo, en el juego político: nada importa sólo lo redituable políticamente. Las cosas se hacen con criterios estrictamente electorales. La sociedad es parte de este juego y recibe magras migajas.
En temporada electoral, este tema aparece como la bandera de los suspirantes, ayuda a denostar al enemigo, a ponerlos en el banquillo de los acusados; terminada la danza de declaraciones, los ciudadanos de a pie, nos quedamos con la sola esperanza… cumplirá el nuevo inquilino del gobierno? ¿Elaborará buenas políticas públicas o será sólo taparle el ojo al macho, como dicen los de mi rancho? Nadie lo sabe de cierto, sin embargo, no hay nada tan evidente como la realidad que golpea sin piedad todos los días.
Prometer no empobrece, sólo el dar…
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