En un
escenario poco propicio para aventurar
opiniones optimistas de que se está trabajando por el bienestar de los
mexicanos, dadas las profundas desigualdades económicas, la inseguridad
creciente, la impunidad que irrita a todos y particularmente la incapacidad
para dirigir del presidente de México,
Enrique Peña Nieto, la cual se ve reflejada en la ingobernabilidad manifiesta
para controlar a los dirigentes de la CNTE y los maestros, se presenta la
mentada Reforma Hacendaria ante invitados especiales y gobernadores de todas
las entidades federativas.
Supónese que
ese documento consigna algunas medidas fiscales y macroeconómicas que
potenciarán la sempiterna y escasa recaudación tributaria que ha tenido nuestro
país desde hace más de 30 años, por
decir lo menos y que sin duda, dicen los expertos, impulsará el crecimiento
económico, el cual redundará en más y mejores empleos para todos.
Lo cierto es
que aun con todos sus buenos propósitos, se contempla que dicha reforma será
sólo un racimo de buenas intenciones, puesto que no toca a quienes debe de
manera directa; esto es, no precisa qué tipo de régimen fiscal operará a partir
de ya en PEMEX y no habla de la importancia vital que tiene la CFE, sobre todo
en términos de productividad y el uso de los recursos.
De acuerdo
con el EPN, la Reforma busca crear un sistema justo, simple y transparente para
el ejercicio del gasto gubernamental, sin embargo, no explica y ni expone con
claridad cómo se manejarán los recursos públicos. Me da la impresión de que sólo se busca
recaudar lo más que se pueda, porque el gobierno no tiene dinero para sufragar
sus gastos básicos y lo peor del caso es que quienes sufrirán las consecuencias
de todo ello son las clases medias y los
trabajadores.
Me queda
claro que en aras de lograr un desarrollo socioeconómico, es imprescindible la
aplicación del gasto público en las ramas más importantes de la economía, no
obstante, también es necesario destacar que se vive un proceso de
desaceleración, con ribetes de recesión por la nula o casi nula capacidad de
nuestra economía para crecer y su postura supeditada a EU, ya que como se sabe,
este año el PIB será de sólo del 1 por ciento, si no es que menos de esa cifra.
Si el gasto resulta opaco, ineficaz y
poco ortodoxo, no abriguemos muchas esperanzas de dinamizar el mercado interno
y alentar las inversiones no especulativas… .Nadie pondrá sus dineros en algún
país cuyas variaciones de crecimiento son inauditos y cómo no, si a principios de año se manejó la
cifra de un 3.5 por ciento del PIB, sin embargo, en el subsecuente trimestre
bajó a 3.1 y a la postre y lastimosamente se informó que terminaría en un 1 por
ciento. Francamente es insuficiente, si partimos de la premisa de que las
grandes potencias crecen en promedio un 8 por ciento.
Insisto, un
gobierno poco transparente, despiadado en sus políticas recaudatorias,
consentidor de los grandes capitales, conciliador en los temas torales y con
amplias y resueltas acciones represivas contra la disidencia, no hace buen
papel en beneficio de las mayorías; antes bien, busca empoderarse aún más, con
las consecuentes derivaciones megalomaniacas.
En mi
opinión, la Reforma Hacendaria se queda corta, es una reforma fiscal, que busca
sacar dinero debajo de las piedras y afectará notoriamente a los bolsillos de
los integrantes de la clase media, que ahora sí, desaparecerá de la faz de
México, si no es que ya sólo queda el recuerdo. Esto significa que este país
será de los jodidos y de los burgueses sin decencia. Que pagarán más los que
más ganan, es una buena verborrea, un buen discursete populista que debemos
escuchar por desgracia, porque todos sabemos que del dicho al hecho hay mucho
trecho.
La historia
de este país ofrece un sinnúmero de ejemplos de que la política fiscal es un
instrumento para beneficiar la concentración de la riqueza en unos cuantos y el
ingreso, no así, un mecanismo para generar un círculo virtuoso de equidad y
justicia.
La Reforma,
si bien aporta un supuesto seguro de desempleo por un periodo razonable de 6
meses para los buscadores de trabajo, el
cual financiarán los patrones y ofrece al mismo tiempo una pensión universal
para los mayores de 65 años, queda a deber en cuanto al impuesto del ISR, el
cual como se ha documentado es lesivo e injusto para los ciudadanos. Lo peor
del caso es que se pretende elevar del 30 al 34 por ciento. Si de por si los
salarios son bajos y miserables, con esto se pulveriza más y perjudica
colateralmente a los trabajadores.
Habrá que
esperar a que acuerdo llegan los legisladores, quienes tendrán la posibilidad
de rechazar sus términos o de amplificar los desvaríos de un detentador del
Poder Ejecutivo quien busca a como dé lugar posicionar su imagen
mercadológicamente maquillada e ilegítima en coadyuvancia con los poderes
fácticos serviles.
@ArmandoBerrones