Por Armando Berrones
La llegada de un nuevo año motiva a elaborar una sucinta reflexión sobre los principales retos que deberán encarar las pequeñas y medianas empresas que integran el panorama nacional.
Para empezar, es urgente que emprendan acciones decisivas para elevar su competitividad y posicionamiento mercadológico. Entre ellas, valga decir, se encuentra el hacer una auditoría profunda de sus prácticas administrativas, pues muchos de sus problemas están en la inoperancia funcional, la ausencia de un liderazgo visible, el retardado prejuicio por la innovación y el poco énfasis en buscar el personal más adecuado y productivo.
Una suerte de profilaxis empresarial interna es elemento sine qua non para lograrlo. Está claro que también existen factores externos que obstaculizan el crecimiento de las empresas, tales como los impuestos y la cerrazón discriminatoria del sistema financiero para otorgar apoyos monetarios; sin embargo, el mundo globalizado sólo dará un nicho a quienes demuestren su coraje y fortaleza no sólo financiera, sino estructural para avanzar en la jungla de los negocios.
Asimismo, la profilaxis debe emparentar con el reacomodo de piezas, con lo cual se podrá analizar cada uno de los resultados que reportan las áreas estratégicas, particularmente aquéllas que son los pilares como la calidad, el precio, la eliminación de desperdicios, los costos variables, la liquidez, el costo de los insumos, la generación de nuevos productos y servicios, entre otras, pues constituyen excelentes señales para la toma de decisiones. Muchas de las Pymes fracasan por estos motivos impensables.
En los negocios, como en cualquier instancia, la habilidad para armonizar estos elementos es vital, pues la competencia es feroz y prueba a cada rato a las empresas; por tanto, debe impulsarlas a desarrollar esquemas de benchmarking operacional a fin de que logren sus metas a corto, mediano y largo plazo.
En la industria, por ejemplo, el contexto es distinto, porque la mayoría de las plantas manufactureras están enfocadas a la constante revisión de los principios de calidad de clase mundial y los directivos someten a pruebas extenuantes a sus empleados ya que necesitan asegurarse de que no habrá los llamados “excesos de inventarios ni prácticas operativas equivocadas”. Es ese ambiente existe una visión más global y rigurosamente competitiva. Es decir, no se puede permitir la calidad deficiente de sus productos, por lo que recurren a esquemas conocidos como “Pensamiento Esbelto”, el Seis Sigma, el Core Business, por decir algunos. Con ello, la industria fortalece su posición, genera flujo de efectivo y se proyecta al mundo con firmeza y auto sustentabilidad.
Abrigo la esperanza que el 2011 traiga consigo mejores escenarios políticos y fiscales para las empresas y que el crecimiento económico sea su principal divisa.
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