En tiempos
del rey absoluto, el ex presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, se
logró un importante hecho digno de mención, pues resultaba una traba suficiente
para mantener controlada a la economía del país, toda vez que se disponía de él
cada vez que se enfrentaban crisis monetarias, por lo que se legisló para
reformar el artículo 28 constitucional, sí, ese que señala que el Banco
de México es parte sustantiva del gobierno.
Se consiguió
precisamente en 1993 desincorporarlo de los criterios gubernamentales y
otorgarle absoluta autonomía para cumplir con sus 2 principales tareas: velar
por la estabilidad de precios y mantener constante el poder adquisitivo del
dinero. Sin embargo, tal parece que estas funciones son solamente buenos
principios rectores de la conducta del organismo, pues a decir de los números y
ni con Agustín Carstens al frente, se ha cumplido con sus obligaciones per se. A resultas de las estadísticas y reportes
sobre el tema en retrospectiva, valdría decir que desde 1973, que inició la era
de las inflaciones, el poder adquisitivo del salario se establece que ha
perdido un 70 por ciento.
Me queda claro
que aun cuando se logró la autonomía en esa dependencia, las cosas no se están
haciendo con atingencia y responsabilidad social, pese al discurso oficial de
que con las nuevas reformas estructurales todo cambiará.
De acuerdo
con los especialistas, la inflación alcanzó el nada despreciable guarismo de 4.63%
en la mitad de la cuesta de enero y se estima que durante el 2014 se ubicará
por arriba del 4 por ciento. Lo anterior no es nada halagüeño si se toma en
cuenta que el país no crece, que la creación de empleos va a la baja, que el
encarecimiento de los productos y servicios será un efecto permanente en el
bolsillo de los mexicanos, la confianza del consumidor es muy baja, que las
remesas y deportados de EU a México es un hecho innegable y mayúsculo y que la
ambiciosa devoradora Secretaría de
Hacienda no cede un ápice en cobrar toda suerte de impuestos, que eventualmente
acaban con los buenos empresarios.
Dicho lo anterior, la pregunta qué seguramente nos haremos, amable
lector, es ¿qué nos depara en los próximos meses en materia económica? Yo diría
que seguirá extenuado el mercado interno, que en teoría debería ser el motor de
la economía, derivado de la espiral inflacionaria.
Agrego que no habrá muchos cambios a corto
plazo, aunque se avance en algo sobre las leyes secundarias que se deben
aprobar en el Congreso de la Unión en torno a las reformas energéticas, en
telecomunicaciones y financieras. Y finalmente que la onda criminalística
seguirá su curso perverso al impactar de manera severa en las variables
económicas, pues está más que visto que la inseguridad ahuyenta a los capitanes
de empresas.
@ArmandoBerrones