La prensa hoy destaca una
nota que me ocupa y preocupa por sus consecuencias evidentes y desastrosas que
tendrá en nuestro país.
De acuerdo con un informe de
la Organización de las Naciones Unidas, estamos 'al borde' de otra recesión
económica global principalmente debido a la deuda soberana europea, las medidas
de austeridad y el aumento preocupante del desempleo.
Afirman los especialistas que
hay un riesgo creciente de que los problemas de la deuda se extiendan al resto
del mundo este año.
Dice el estudio, además, que
el problema tendrá muchas implicaciones, particularmente para las economías
emergentes, las cuales verán caer sus principal fuente de recursos que son las
exportaciones de sus productos.
Puntualiza que si los gobiernos de la Unión
Europea y Estados Unidos no se las arreglan para crear puestos de trabajo,
tener bajo control la crisis de la deuda soberana y fortalecer el sector
financiero, 'se estima que el crecimiento del producto Interno Bruto (PIB)
sería únicamente del 0.5 por ciento'.
Grave el asunto por donde se
le quiera ver, pues con un panorama tan desolador como el que se advierte,
nuestra economía anclada a la de Estados Unidos, resentirá el ramalazo
financiero.
Así que es necesario ir
preparándose ante una eventual recesión como la que sucedió en el 2008 y que
propició el crecimiento del desempleo, pobreza y la marginación.
No debemos olvidar que a
través de una economía sana y eficiente, con un mercado interno fuerte y
pletórico de billetes es como se puede avanzar y detonarse un crecimiento,
general, sostenido y duradero, sin embargo, es algo que se ha convertido en una
entelequia.
Cabe decir que Estados
Unidos, que ha servido siempre como palanca de apoyo a México, pues nuestra
relación comercial es de grandes dimensiones, estará atrapado en el pleito
electoral entre demócratas y republicanos, lo que supone, naturalmente, una
desaceleración de nuestros mercados y la postergación de un estado económico
boyante.
Hay que prepararse, insisto,
para lo que nos espera aquí con esa recesión: desempleo, hambre, crimen
organizado, pobreza, entre otros jinetes del Apocalipsis.
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