En el artículo que pergeñé ayer hacía referencia a la falta de un
liderazgo en el PRI estatal, pues su actual dirigente por más trabajo y
esfuerzo que le pone a su encomienda no logra convencer a tirios y troyanos de su
importante labor, la cual debe desarrollar en los próximos meses de cara a la
elección del 2013.
Su paso por el PRI se ve tibio,
desconcertante, no atina a establecer equipos de trabajo que apoyen y mejor
aún, garanticen resultados contundentes
en los comicios. Está en la improvisación y espera que los cambios que está
operando en el organismo sean ciertamente benéficos.
¿Será acaso que los militantes indisciplinados observan en el neolaredense
poco oficio y capacidad para convocar a toda la grey política a trabajar por
objetivos comunes?
Cualquiera que sea la razón de peso, me queda claro que deberá tener
presente principios básicos del poder, que no autoridad, porque esta última
está revestida de otros elementos que la vuelven sui géneris. Verbigracia, en
el ámbito político es menester recordar que no es lo mismo poder que autoridad;
existe un mundo de diferencia y me remitiría al excelso intelectual y escritor,
John Galbraith, quien identificaba una tipología del poder, sostenía que existían 3 estilos : el
Condigno, Compensatorio y el Condicionado. El más importante y creo que debe
utilizar Ramos Salinas es el relativo al condicionado, el cual supone tener una
característica vital: persuasión.
Si el actual dirigente no respalda sus acciones con un liderazgo moral,
esto es, que lo que exige a sus representados no lo lleve a la práctica de
forma individual, entonces su credibilidad estará por los suelos, si es que no
se acerca peligrosamente. En consecuencia, la clase política acelerada seguirá
en su intentona por aprovechar los momentos y espacios para manifestar sus
legítimas aspiraciones.
Ramos Salinas tiene como esencial reto cerrar filas en torno a su
militancia y a través del convencimiento sustentado en valores y principios a
fin de lograr la confianza de sus representados.
La autoridad se gana con trabajo, empeño y preparación académica; en
tanto el poder se otorga de manera arbitraria muchas veces, ya que no media un
consenso, simplemente se aplica y ejerce.
Vale explicar que el poder condigno es aquel que aplica la mano dura,
estás conmigo o contra mí, ahora sí que es la intimidación, a diferencia del
compensatorio cuyo interés que persigue es ofrecer a los potenciales
subordinados canonjías o prebendas a efecto de lograr un posicionamiento fuerte
al interior del propio partido y ganarse su compañía.
Bien decía Bertrand Russell “el poder junto con la gloria continúa
siendo la más grande aspiración y la máxima recompensa de la especie humana”.
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